Blogia
Gloria

Psicología de la Instrucción

¿De qué informa el "Informe Pisa"?

¿De qué informa el "Informe Pisa"?

El Informe Pisa, un documento del que aquellos que tenemos relación con el ámbito educativo oímos hablar frecuentemente pero... del que intuyo no sabemos mucho.

 

Ya de primeras, y a través de la presentación utilizada como base de reflexión, he sabido qué representan sus siglas: Programme for International Student Assessment.

Definido de un modo conciso, el Informe Pisa sería un estudio internacional de evaluación educativa de los conocimientos y competencias del alumnado de 15  años, a través de la comprensión lectora, la cultura matemática y la cultura científica y que se realiza cada 3 años por los países de la OCDE, comparando los resultados de los diferentes sistemas educativos, con la primigenia finalidad de mejorarlos y  proporcionar una base desde la cual articular su seguimiento y evaluación.

 

 

El programa, instaurado en el año 2000, tiene un duración de 15 años, evaluándose cada 9 años el progreso total del alumnado en las diferentes áreas (primera evaluación: lectura; segunda evaluación: matemáticas; tercera evaluación: ciencias).

 

Lo que debemos tener claro es que el Informe Pisa no evalúa ni al sistema educativo, ni a todo el alumnado, ni el currículum escolar, ni todas las competencias clave, ni el funcionamiento de los centros. También claro es que no usa un abanico de instrumentos variados, pues la única forma de recogida de datos es la realización de unas actividades escritas incluidas en un cuadernillo para cuya cumplimentación el alumnado cuenta con un espacio de dos horas y media.

 

“Pisa examina hasta qué punto los estudiantes están preparados para afrontar los retos del futuro, más que el dominio de un currículum determinado”. De hecho, no existe homogeneidad entre los currículums europeos.

 

Es aquí donde entra en escena el concepto de “competencia”, relacionado con la maestría para realizar determinadas tareas para enfrentarse a la vida cotidiana, incluyéndose la capacidad de entendimiento y la puesta en marcha de procesos de complejidad creciente. Parece ser que PISA pretende ir más allá de lo conceptual, dando mayor importancia a lo procedimental.

 

En mi opinión, esto supone un avance en la evaluación de los aprendizajes en el sentido en que, lo que parece primar no son los conceptos inamovibles cuya adquisición implica, en la mayoría de los casos una memorización que, con el paso del tiempo, no nos servirá de mucho, sino los procedimientos, las habilidades, la soltura del alumnado en realizar determinadas tareas, que... al fin y al cabo, es lo que se encontrará en su vida futura.

O... ¿una vez que acceda al mercado laboral se va a esperar de él una retahíla de definiciones y teorías grabadas a fuego? Creo que no;  se esperará más bien que sea capaz de poner en práctica sus conocimientos. Obviamente, y en eso para mí no hay duda, estas puestas en práctica por medio de procedimientos exigirán tener un conocimiento de fondo, al que creo que no deberíamos renunciar por nada del mundo.

Precisamente el otro día debatíamos en una clase sobre el tema. Existe el peligro de pasar de un sistema educativo de plena transmisión del conocimiento en el que el alumno era una parte más del mobiliario, a un sistema educativo que, iluminado por las nuevas concepciones activas, procedimentales y fundamentalmente prácticas, olvide que todo tiene, en mayor o menor grado, una fundamentación teórica a partir de la cual y, una vez conocida, desarrollar un pensamiento crítico y estar en disposición de desarrollar habilidades.

 

Este en principio positivo énfasis en las competencias del Informe PISA nos lleva, sin embargo, a una gran contradicción que, en el sistema educativo de nuestro país, se hace muy evidente.

Si, a pesar de los notables cambios producidos en las últimas décadas, seguimos educando a los niños y niñas desde una perspectiva algo tradicional en la que los ejercicios que se hacen en el aula se basan en respuestas fijas y previamente definidas... ¿cómo podrán afrontar tareas en las que se les pida algo completamente diferente a lo que están acostumbrados a hacer como es el desempeño de unos procedimientos caracterizados por el razonamiento y el pensamiento divergente?

 

En fin... parece que el Informe PISA nos ofrece una foto fija de la situación educativa de cada país y es con lo que nos quedamos aunque, en principio, su meta fuera más bien diagnóstica y de mejora y no la de establecer un ranking comparativo.

Aún así, no hay que olvidar que la OCDE, la organización que lo promueve, tiene fines económicos, midiendo precisamente el futuro nivel económico de los diferentes países, por lo que deberíamos preguntarnos hasta qué punto se siguen criterios pedagógicos a la hora de crear y gestionar esta prueba.

 

Un punto positivo de PISA es el hecho de que, de alguna manera, sitúa el funcionamiento de la educación entre los principales debates de la sociedad. Sin embargo... ¿la evaluación de la educación puede basarse meramente en los logros académicos? ¿no deberíamos tener en cuenta el contexto dónde se dan esos resultados?

 

Una vez aquí, es necesario remarcar que los resultados educativos que nos proporciona PISA tienen una relación directa con diferentes factores.

 

A grandes rasgos, unos mejores resultados académicos suelen estar relacionados con: mayor estatus social, económico y cultural, mayor autonomía y gestión del centro, mayor motivación y valoración del alumnado, mayor PIB per cápita o mayor inversión en educación.

Otros factores que pueden influir son: los recursos, la formación y situación profesional de los docentes o la responsabilidad del centro.

 

En nuestro caso, el Informe PISA de 2006 sitúa a España en una posición “intermedia” en el continuo de países: estamos situados en el puesto 31º.

Teniendo  en cuenta que somos las 8ª potencia mundial... ¿no podemos llegar a la conclusión de que algo “falla”...?

 Según los expertos, los cuestionables resultados de España son completamente congruentes y predecibles: nuestro nivel educativo se corresponde con la situación social, económica y cultural de nuestro país.

 

Así que... ¿qué podemos hacer?

Como bien señalan algunos autores, en educación no hay fórmulas mágicas, por lo que sería absurdo intentar “copiar” aquello que hacen otros países con mejores resultados, sobre todo porque  hay que tener en cuenta la idiosincrasia de cada lugar, esas características contextuales que tan diferentes son de un lugar a otro y que, inevitablemente, influyen en la sociedad en general y en el sistema educativo en particular.

 

 

Aún así, sí que podemos analizar el tipo de política educativa que tienen otros países, comprobar las diferencias con respecto a la seguida en nuestro país e indagar acerca de las posibles relaciones entre estas diferentes prácticas, siendo capaces de modificar nuestra manera de hacer, si lo consideramos adecuado, para poder mejorar.

 

Siempre se habla de países con buenísimos resultados en educación como Finlandia. De hecho, su objetivo es el de situar a la educación como el motor del progreso del país, ¿no sería eso esencial?

Tomando a Finlandia a modo de ejemplo, nunca de modelo inamovible, veremos algunos de sus rasgos más llamativos:

-Invierte mucho en educación.

-La formación de sus docentes es muy sólida.

-La profesión de maestro esta socialmente muy valorada.

-La ratio de alumnos por clase es baja.

 

A partir de estos rasgos y sobre todo el principal, que es la grandísima importancia que en ese país se da a la educación, podríamos sentarnos y... reflexionar.

 

Aún así y, según creo, hay  que tener muchísimo cuidado a la hora de dar un valor excesivo al Informe PISA, sobre todo en lo que a la comparación con otros países se refiere porque, como se ha señalado anteriormente, las comparaciones son imposibles desde el momento en que los países son distintos.

Recopilando aspectos anteriormente mencionados podrían destacarse las siguientes limitaciones:

-         No evalúa al sistema educativo.

-         No evalúa a todo el alumnado.

-         No se evalúa el currículum escolar.

-         No se evalúa el funcionamiento de los centros.

-         No se evalúan aspectos como la convivencia en paz, la multiculturalidad o la diversidad.

 

De todos modos, es curioso percibir las diferentes actitudes que, ante el Informe Pisa, se adoptan. El cuatrimestre pasado, en la asignatura de “Diseño, Desarrollo e Innovación del Currículum” leímos un artículo sobre dicho informe en el que, el autor, intentaba ofrecer argumentos sólidos que mostraran cómo, en realidad, España no había obtenido resultados tan “negativos” en PISA.

Yo aquí me pregunto: ¿tanto valor debemos darle? ¿tanto debería dañar la “autoestima” educativa de un país?

Por un lado pienso: mira, sea mediante el instrumento que sea, es positivo que España perciba que debe mejorar su sistema educativo.

Por otro, me doy cuenta de que esta herramienta no es la más adecuada si lo que queremos es obtener resultados veraces y que, en principio, no obtenemos beneficios claros elaborando un ranking de países.

 

¿No deberíamos mejorar por propia convicción al percibir que aún queda mucho por hacer en lo que a educación se refiere?

 

Para terminar, me gustaría señalar lo que Andreas Schleicher, responsable de este controvertido Informe PISA, sería aconsejable en el ámbito educativo y que, aunque no es dogma de fe sí que podría suponer un buen punto de partida para la reflexión.

 

-         Determinación de unos objetivos claros

En cualquier ámbito de la vida es útil saber qué queremos para, así, poder invertir nuestros esfuerzos en conseguirlo. Las metas claras, frente a las difusas, ofrecen una seguridad en el proceso de enseñanza-aprendizaje que, a la larga, proporciona resultados más positivos.

-         Más responsabilidad por parte de los profesores

En muchos casos, los profesores no se dan completa cuenta de lo fundamental que es su papel en el desarrollo de los niños y las niñas así como en su educación, considerando esta no sólo como la transmisión de conocimientos, sino también como aquella formación que nos ayuda a ser personas, a ser ciudadanos.

-         Individualización de la educación

En cualquier clase que se precie nos encontramos con gran variedad de alumnado. Si no somos iguales, es evidente la ineficacia de tratarnos como si lo fuéramos. De ahí que sea esencial que el docente sea capaz de discernir las características y necesidades de cada alumno para así poder proporcionarle la atención más individualizada posible.

-         Potenciación de las capacidades

Todo alumno tendrá unas habilidades que potenciar. Para ello, primero hay que descubrirlas, requiriéndose atención e interés por parte del docente.

Si conseguimos hacer que los alumnos y alumnas se den cuenta de las habilidades que poseen, aumentará su autoestima y esto repercutirá positivamente en su forma de abordar el aprendizaje.

 

-         Las cuestiones de la educación no se resuelven sólo a través de las leyes

Es cierto que muchas veces afirmamos que los cambios en educación deberían venir de arriba y no quiero negar que, en ocasiones, la legislación es importante. Sin embargo, y teniendo en cuenta que no vivimos en una época de represión política, nos damos cuenta de que contamos con ciertas libertades en nuestro día a día en el aula que podemos utilizar para dar a nuestra educación un toque personal si de verdad así lo queremos.

-         Más formación de los profesores

Es un tema muy trillado pero no por ello pierde relevancia. ¿Por qué los maestros, cuya función social es de vital importancia, reciben una formación que, además de ser escasa en el tiempo es obsoleta, poco relacionada con la realidad, carente de contenidos fundamentales y alejada de la práctica?

-         Más funcionalidad del conocimiento

“¿Para qué me sirve esto?”, es algo que muchos niños y niñas se preguntan en la escuela. Lo que  se aprende, o más bien lo que se enseña, suele ser teórico y alejado de la realidad, lo cual desmotiva sobremanera al alumnado.

 

A todo esto y, a modo de colofón, añadiría dos requisitos indispensables del éxito del sistema educativo: la motivación del alumnado y la consideración del alumno como persona.

 

Utilizando la concepción que, en una escuela innovadora sobre la que leí el cuatrimestre pasado se tenía, destacaría la importancia, en el núcleo de la escuela, que se debería dar a  cuidar el alma infantil.

De hecho...  los expertos  dicen que los niños además de ir a la escuela deben ir felices a ella.

 

Afectos, emociones, atribuciones y expectativas en el ámbito escolar II

¿Cómo vemos esto en las aulas?

 

Es evidente que un alumno con una autoconcepto negativo y una mala autoestima no se verá capaz, en la mayoría de las ocasiones, de llegar a buen puerto en ninguna de las actividades que emprenda. Quizá se atribuya características negativas como falta de inteligencia, pereza o carencia de habilidades que, a pesar de no ser reales (recordemos el fuerte papel de la subjetividad en la construcción de las representaciones de uno mismo), harán que se suma en un estado de ánimo que no le permita ver las cosas bajo una lente diferente.

 

Por el contrario, un alumno con un autoconcepto y una autoestima positivos tendrá muchísimas más probabilidades de éxito escolar porque se verá realmente capaz de hacer las cosas o, al menos, de intentarlas, pues no tendrá tanto miedo al fracaso y podrá gestionar de una manera sana sus frustraciones.

 

Aunque es algo que evidentemente debería cuidarse también en las familias, pues es el ámbito donde todos comenzamos a ser personas y donde, idealmente, más se nos debería valorar, considero indispensable, por parte de la escuela, el trabajar la parte más emocional de nuestro alumnado, como complemento de lo que se transmita en la familia o cómo, en casos específicos, que los hay, como motor principal de esta tarea.

Es que... ¿cómo vamos a transmitirles conocimientos si no se valoran a sí mismos como personas capaces?  Creo que lo primero es transmitirles valores, así como trabajar para que consigan tener una imagen positiva de sí mismos, requisito indispensable para moverse en el mundo y, a partir de entonces, relacionarse con los demás o adquirir conocimientos y habilidades.

 

Para hacer esto es cierto que sería muy útil contar con una formación específica que muchos de nosotros no tenemos; sin embargo... no nos agarremos a las excusas, porque... el cariño, la atención y la empatía creo que son herramientas clave con las que todos, como seres humanos, contamos y que podrán  servir de  base para contactar con los niños y niñas, para intentar conocerles y percibir sus necesidades, para saber darnos cuenta de cómo se perciben, para ayudarles a que se valoren valorándolos nosotros mismos.

 

 

Bien, hasta ahora hemos hablado del papel que las representaciones que los alumnos y alumnas tienen de sí mismos pueden jugar en la manera en que se desarrollan sus aprendizajes.

 

Pero... ¿qué hay de las representaciones que los profesores y profesoras tienen del alumnado?

 

Inevitablemente, y en menor o mayor grado, nos afecta lo que los demás opinen de nosotros, la manera en que nos conciban, la representación que creen de nuestras capacidades, de nuestros motivos, de nuestras intenciones... De hecho, es clara la tendencia del ser humano a agradar a sus congéneres.

 

En el ámbito escolar, en el que los protagonistas son niños y niñas con una identidad todavía sin definir y, por tanto, mucho más influenciables que los adultos, es de vital relevancia la manera en que son tratados por parte del profesorado. Y ese trato, en muchas ocasiones, se deriva de las atribuciones que de ellos tienen los docentes, en muchos casos inconscientes, irracionales y con un fuerte componente emocional, así como de las consecuentes expectativas, positivas o negativas, que de ellas derivan.

 

¿Y cómo se va creando esa representación mental del profesor sobre el alumno que tanta repercusión posterior podrá tener?

La más clara es la observación del sujeto en cuestión, que nos proporcionará mucha información que deberíamos aprender a gestionar y ordenar, no dejándonos llevar por rápidas categorizaciones que nos lleven a la creación de etiquetas difíciles de eliminar.

También podemos crear la representación de nuestro alumnado mediante la información recibida, mediante charlas informales, con compañeros que ya hayan trabajado con nuestro grupo de clase. Si peligroso es lo que puede ocurrir en el caso arriba mencionado si nos dejamos llevar por las primeras impresiones, aún más peligroso es tomar al pie de la letra lo que alguien externo nos dice y adoptar como nuestras las representaciones mentales de otros.

 

Puede parecer exagerado este grado de alarma, pero no podemos obviar que, las primeras representaciones que tenemos del alumno, marcan los contactos iniciales entre docente y discente.

Bien es cierto que, con el tiempo y el trato continuado, esas representaciones pueden confirmarse, matizarse o refutarse pero... está demostrada la tendencia que tenemos a, una vez establecida una primera representación, ir preservándola.

 

 

Como ya se ha apuntado más arriba, estas representaciones que el profesorado crea sobre sus alumnos y alumnas suelen generar una serie de expectativas sobre ellos y ellas.

Las expectativas pueden influir en nuestra forma de actuar con los otros, ya que tendemos a actuar de acuerdo con lo que esperamos de los demás. Esto supone el riesgo de que se produzca, tal y como Miras señala, la profecía del autocumplimiento, que consiste en que las anticipaciones que una persona realiza sobre determinada persona, pueden provocar que esa persona modifique su conducta de tal que manera que aumente la probabilidad objetiva de que la anticipación se cumpla.

 

Para el alumnado en edad escolar en muchas ocasiones el profesor o la profesora es un punto de referencia de gran importancia, influyendo mucho en la conformación de muchos de los rasgos de su personalidad. Al fin y al cabo y, junto con la familia, es una de las personas con las que más tiempo diario pasa.

 

Teniendo en cuenta esto y conociendo el modo en el que las expectativas del profesorado puede repercutir en el aprendizaje del alumnado, al cambiar su manera de tratarle o al trasladarle, aunque a veces inconscientemente, las representaciones mentales que de él se tiene, pudiendo influir en su propio autoconcepto, apoyo lo que Mariana Mira defiende: habría que tratar de analizar el proceso mediante el cual se produce la formación de expectativas por parte del profesorado así como determinar las condiciones que llevan a que estas expectativas den lugar a una profecía autocumplida.

 

Pensemos además, que esta relación expectativa del profesor - tipo de aprendizaje del alumno podría darse en la vertiente positiva: ¿si un profesor tuviera una representación positiva del alumno así como unas buenas expectativas... no podría conducir esto al éxito escolar del alumno?

 

Es evidente que, para ello, se requeriría que el profesorado se replanteara su manera de hacer las cosas y desterrara antiguas concepciones para adoptar una actitud positiva ante cualquier tipo de alumno, desatendiendo aquellos prejuicios que le lleguen e intentando ser, por una parte, objetivo en su trato y, por otro, pleno defensor de que... en absolutamente todos y cada uno de los niños y niñas hay algo bueno esperando a ser encontrado y potenciado.

 

 

Sabiendo entonces lo que ya sabemos acerca de la importancia de cuidar el autoconcepto y el autoestima del alumnado, así como controlar el proceso de atribución del profesorado hacia sus alumnos y la influencia de sus expectativas en el aprendizaje, ¿cómo podría definirse el clima del aula ideal? ¿qué rasgos del docente podrían mejorarlo?

 

Partiendo del texto base, algunas dimensiones del profesor que los alumnos señalan como fuente de ayuda en la creación de un buen clima, serían:

-         Estilo de interacción democrático.

-         Existencia de expectativas basadas en las características individuales del alumno como persona y como aprendiz.

-         Interés y preocupación por la enseñanza.

-         Uso de feedbacks constructivos.

 

A esto yo añadiría, por considerar que incluye  muchísimos más aspectos, el hecho de que cualquier docente debería tener cualidades  y valores humanos a través de los cuales interactuar con su alumnado no sólo cognitivamente, sino también afectivamente.

 

 

 

 

Afectos, emociones, atribuciones y expectativas en el ámbito escolar

Afectos, emociones, atribuciones y expectativas en el ámbito escolar

Como bien señala Marina Miras, hasta hace bien poco la única dimensión que se tenía en cuenta a la hora de analizar los procesos de enseñanza-aprendizaje era la plenamente cognitiva.

Afortunadamente, en los últimos años se le está comenzando a dar la importancia que bien se merece a otra dimensión presente en todos y cada uno de los actos humanos: la dimensión emocional y afectiva.

Esta dimensión juega un papel fundamental en los procesos mentales involucrados en el aprendizaje. ¿Por qué? Siempre hablamos de la conveniencia del aprendizaje significativo, definido éste como aquel aprendizaje que tiene sentido para nosotros, que engancha con nuestros intereses, necesidades u opiniones, que conecta con lo cotidiano, y... ¿cómo conseguir esto sin recurrir a nuestra faceta más emotiva? Precisamente la autora señala cómo "atribuimos un sentido personal a aquello que aprendemos" y esto sólo se consigue indagando sobre la importancia que algo tiene para nosotros, la utilidad de aprenderlo siendo en dicho proceso protagonista nuestro yo emocional.

En la dimensión afectiva y más personal del aprendizaje, tenemos que tener muy en cuenta todas aquellas representaciones que las personas construimos tanto de nosotros mismos como de los demás pues estas, inevitablemente, condicionarán nuestras relaciones futuras: nuestras expectativas, nuestra actitud, nuestra forma de afrontar la relación, la manera de resolver los posibles conflictos... y la forma en que estas relaciones tengan lugar tendrán mucha relevancia en el clima de aprendizaje que se vaya creando.

A la hora de crear esas representaciones de nosotros mismos no debemos olvidar que, al estar implicados en esa percepción, ésta no dejará de ser eso: una percepción, rodeada de las inherentes subjetividad y parcialidad.

El autoconcepto y el autoestima, tanto de los docentes como de los alumnos, actuarán de elementos mediadores en las relaciones, por lo que no hay que dejarlos en el olvido.

Por un lado, el autoconcepto es la representación o autoatribuciones que tenemos de nosotros mismos, englobando distintos aspectos de la persona: percepción de nuestra competencia, imagen física o grado de aceptación social. En el ámbito que nos ocupa, el autoconcepto académico sería la representación que el alumno tiene de sí mismo como aprendiz.

Por otro lado, el autoestima sería la evaluación afectiva que hacemos de nuestro autoconcepto en sus diferentes componentes.

Así, los diferentes componentes del autoconcepto jugarán un papel muy importante en la autoestima de las personas.

El sistema del yo es completamente dinámico, conformándose y modificándose a lo largo de la vida del individuo, influyendo en este proceso factores tales y como la historia de éxitos y fracasos, las relaciones interpersonales o el nivel de aceptación de uno mismo.

Es evidente que un alumno con una autoconcepto negativo y una mala autoestima no se verá capaz, en la mayoría de las ocasiones, de llegar a buen puerto en ninguna de las actividades que emprenda. Quizá se atribuya características negativas como falta de inteligencia, pereza o carencia de habilidades que, a pesar de no ser reales (recordemos el fuerte papel de la subjetividad en la construcción de las representaciones de uno mismo), harán que se suma en un estado de ánimo que no le permita ver las cosas bajo una lente diferente.

Para hacer esto es cierto que sería muy útil contar con una formación específica que muchos de nosotros no tenemos; sin embargo... no nos agarremos a las excusas, porque... el cariño, la atención y la empatía creo que son herramientas clave con las que todos, como seres humanos, contamos y que podrán servir de base para contactar con los niños y niñas, para intentar conocerles y percibir sus necesidades, para saber darnos cuenta de cómo se perciben, para ayudarles a que se valoren valorándolos nosotros mismos.

Bien, hasta ahora hemos hablado del papel que las representaciones que los alumnos y alumnas tienen de sí mismos pueden jugar en la manera en que se desarrollan sus aprendizajes.

Pero... ¿qué hay de las representaciones que los profesores y profesoras tienen del alumnado?

Inevitablemente, y en menor o mayor grado, nos afecta lo que los demás opinen de nosotros, la manera en que nos conciban, la representación que creen de nuestras capacidades, de nuestros motivos, de nuestras intenciones... De hecho, es clara la tendencia del ser humano a agradar a sus congéneres.

La más clara es la observación del sujeto en cuestión, que nos proporcionará mucha información que deberíamos aprender a gestionar y ordenar, no dejándonos llevar por rápidas categorizaciones que nos lleven a la creación de etiquetas difíciles de eliminar.Como ya se ha apuntado más arriba, estas representaciones que el profesorado crea sobre sus alumnos y alumnas suelen generar una serie de expectativas sobre ellos y ellas.

Teniendo en cuenta esto y conociendo el modo en el que las expectativas del profesorado puede repercutir en el aprendizaje del alumnado, al cambiar su manera de tratarle o al trasladarle, aunque a veces inconscientemente, las representaciones mentales que de él se tiene, pudiendo influir en su propio autoconcepto, apoyo lo que Mariana Mira defiende: habría que tratar de analizar el proceso mediante el cual se produce la formación de expectativas por parte del profesorado así como determinar las condiciones que llevan a que estas expectativas den lugar a una profecía autocumplida.

Pensemos además, que esta relación expectativa del profesor - tipo de aprendizaje del alumno podría darse en la vertiente positiva: si un profesor tuviera una representación positiva del alumno así como unas buenas expectativas... ¿no podría conducir esto al éxito escolar del alumno?

Es evidente que, para ello, se requeriría que el profesorado se replanteara su manera de hacer las cosas y desterrara antiguas concepciones para adoptar una actitud positiva ante cualquier tipo de alumno, desatendiendo aquellos prejuicios que le lleguen e intentando ser, por una parte, objetivo en su trato y, por otro, pleno defensor de que... en absolutamente todos y cada uno de los niños y niñas hay algo bueno esperando a ser encontrado y potenciado. 

Sabiendo entonces lo que ya sabemos acerca de la importancia de cuidar el autoconcepto y el autoestima del alumnado, así como controlar el proceso de atribución del profesorado hacia sus alumnos y la influencia de sus expectativas en el aprendizaje, ¿cómo podría definirse el clima del aula ideal? ¿qué rasgos del docente podrían mejorarlo?

También podemos crear la representación de nuestro alumnado mediante la información recibida, mediante charlas informales, con compañeros que ya hayan trabajado con nuestro grupo de clase. Si peligroso es lo que puede ocurrir en el caso arriba mencionado si nos dejamos llevar por las primeras impresiones, aún más peligroso es tomar al pie de la letra lo que alguien externo nos dice y adoptar como nuestras las representaciones mentales de otros.

Puede parecer exagerado este grado de alarma, pero no podemos obviar que, las primeras representaciones que tenemos del alumno, marcan los contactos iniciales entre docente y discente.

Bien es cierto que, con el tiempo y el trato continuado, esas representaciones pueden confirmarse, matizarse o refutarse pero... está demostrada la tendencia que tenemos a, una vez establecida una primera representación, ir preservándola. Las expectativas pueden influir en nuestra forma de actuar con los otrosPara el alumnado en edad escolar en muchas ocasiones el profesor o la profesora es un punto de referencia de gran importancia, influyendo mucho en la conformación de muchos de los rasgos de su personalidad. Al fin y al cabo y, junto con la familia, es una de las personas con las que más tiempo diario pasa., ya que tendemos a actuar de acuerdo con lo que esperamos de los demás. Esto supone el riesgo de que se produzca, tal y como Miras señala, la profecía del autocumplimiento, que consiste en que las anticipaciones que una persona realiza sobre determinada persona, pueden provocar que esa persona modifique su conducta de tal que manera que aumente la probabilidad objetiva de que la anticipación se cumpla.

En el ámbito escolar, en el que los protagonistas son niños y niñas con una identidad todavía sin definir y, por tanto, mucho más influenciables que los adultos, es de vital relevancia la manera en que son tratados por parte del profesorado. Y ese trato, en muchas ocasiones, se deriva de las atribuciones que de ellos tienen los docentes, en muchos casos inconscientes, irracionales y con un fuerte componente emocional, así como de las consecuentes expectativas, positivas o negativas, que de ellas derivan.

¿Y cómo se va creando esa representación mental del profesor sobre el alumno que tanta repercusión posterior podrá tener?

Por el contrario, un alumno con un autoconcepto y una autoestima positivos tendrá muchísimas más probabilidades de éxito escolar porque se verá realmente capaz de hacer las cosas o, al menos, de intentarlas, pues no tendrá tanto miedo al fracaso y podrá gestionar de una manera sana sus frustraciones.

Aunque es algo que evidentemente debería cuidarse también en las familias, pues es el ámbito donde todos comenzamos a ser personas y donde, idealmente, más se nos debería valorar, considero indispensable, por parte de la escuela, el trabajar la parte más emocional de nuestro alumnado, como complemento de lo que se transmita en la familia o cómo, en casos específicos, que los hay, como motor principal de esta tarea.

Es que... ¿cómo vamos a transmitirles conocimientos si no se valoran a sí mismos como personas capaces? Creo que lo primero es transmitirles valores, así como trabajar para que consigan tener una imagen positiva de sí mismos, requisito indispensable para moverse en el mundo y, a partir de entonces, relacionarse con los demás o adquirir conocimientos y habilidades.

Parece entonces que en nuestro yo, de índole fundamentalmente emocional, influyen diferentes factores y es evidente que un yo saludable es el que se necesitaría para poder afrontar con éxito todas las tareas de la vida, entre ellas las propias del ámbito escolar.

En primer lugar, necesitaríamos un autoconcepto positivo: si nos autoatribuimos características positivas o, al menos neutrales, tendremos muchas más probabilidades de desarrollar una valoración de ese esquema propio, es decir, una autoestima, mucho más positiva, lo que nos ayudará a afrontar con seguridad cualquier aspecto de nuestra vida.

Si, por el contrario, nuestro autoconcepto y nuestra consecuente autoestima están por los suelos, ni que decir tiene que las dificultades para realizar con éxito cualquier tarea o para desenvolvernos en la vida serán muchísimas.