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El currículum... ¿de dónde partimos?

El currículum... ¿de dónde partimos?

 Me parece esencial la existencia de este primer bloque para ofrecernos una visión general y sintética de lo que vamos a abordar durante la asignatura.

Su título, “¿Desde dónde partimos?”, nos sugiere su función: una introducción que nos sirva de puesta a punto al dotarnos de varias ideas base a partir de las cuales ir construyendo, poquito a poco, nuestro proceso de reflexión individual y grupal.

En cuanto al contenido, el que creo que necesitábamos: una aproximación al currículum desde diferentes perspectivas y enfoques, a partir de los textos “El currículum como formación”, de José Contreras Domingo, y  “El currículum como texto de la experiencia. De la calidad de la enseñanza a la calidad del aprendizaje”, de Gimeno Sacristán.

 

En el texto de Contreras me parecen muy interesantes las perspectivas que del currículum presenta. Más allá de su aspecto meramente material (es un documento físico, palpable) establece una distinción entre el “Currículum como instrumento” y el “Currículum como espacio de experimentación”.

-Currículum como instrumento o herramienta / Currículum como producto

En él se incluyen materiales, actividades e instrucciones de uso para el profesor.

Su limitación es que no tiene en cuenta la heterogeneidad, por lo que propone unas pautas de actuación cuya aplicación no cubrirá las necesidades de la diversidad de alumnado presente en un aula. Mediante el uso de este currículum puede darse la situación de que el docente se tope con un problema, que el currículum usado no le funciona, pero, sin embargo, no tenga las pautas requeridas para  cambiar, modificar y mejorar su práctica educativa. El profesor no podrá aprender de su propia experiencia si es un mero ejecutor de las directrices incluidas en un trozo de papel, si no aporta nada de su cosecha y por ello no puede reflexionar sobre el por qué de sus acciones.

De este modo, se crea a un docente totalmente dependiente de una concreción curricular, se  coarta su libertad en el aula y, con el tiempo, esto deriva en una anulación de la iniciativa, de la innovación, de la introducción de ideas, terminando por ser lo que a mí me parece un ser automático. Y esto no debería permitirse: el ser humano no debería olvidar el don que se le ha concedido a él y exclusivamente a él... el de razonar y pensar por sí mismo y no a través de un manual de instrucciones; de lo contrario, correríamos el riesgo de acabar convertidos en una herramienta más.

 

-Currículum como espacio de experimentación / Currículum como proceso.

 

Se considera a este currículum como algo con vida, dinámico y flexible, que ofrecerá soluciones a los problemas educativos que surjan. Así, se propone como una hipótesis de trabajo susceptible a modificaciones a partir de la cual ir trabajando, una guía.

Me llama la atención una frase incluida en el texto como definición de este tipo de currículum: “Currículum con el que aprender, y no al que obedecer”. Creo que define muy bien de lo que estamos hablando; el currículum como espacio de experimentación es un “espacio” en el que, mediante ensayo y error, experimentar una y otra vez, probar estrategias y aportar nuevas visiones a los diferentes problemas educativos que se le presenten al docente. De este modo  se intentará dar una respuesta satisfactoria a la situación concreta (con sus características y necesidades) presente en nuestro aula.

 

Un currículum como este debería dar cabida a la indagación, el cuestionamiento y la reformulación tanto de la practica docente como de las propuestas curriculares recibidas desde el Estado.

 

El currículum como espacio de experimentación o como proceso exige un cambio en la manera de expresar las intenciones educativas: hasta ahora se han estado expresando como objetivos, mientras que deberían expresarse como principios de procedimiento o de actuación (guía de la “manera de hacer”).

Según Díaz Barriga, la concepción de aprendizaje implícita en el planteamiento de objetivos es engañosa y se olvida de que los aprendizajes son procesuales. Esto nos remite de nuevo a la contraposición de currículum como producto o currículum como proceso, este último del que estamos tratando ahora mismo.

Stenhouse recomienda el uso de principios de procedimiento en lugar de objetivos porque considera la práctica no se mejora definiendo resultados de aprendizaje sino analizando y criticando la propia práctica. 

Este autor postula que los fines se expresan en una selección de contenidos y especificando las estrategias de enseñanza más adecuadas, haciendo siempre referente al docente y a la actividad que realizará para concretar esos fines, y no a los estudiantes y los  resultados que tendrán que alcanzar.

 

La conclusión de Contreras, en mi opinión muy acertada, es que para aumentar el alcance del currículum como espacio de experimentación, lo primero que debería hacerse es modificar la relación que se da entre el currículum y el profesor.

Hasta ahora, el docente ha sido, como se ha mencionado anteriormente, un mero ejecutor del currículum, así que se le debe hacer despertar de su aletargamiento para que considere las ventajas de esta nueva concepción. Para ello, es necesario que se le de formación sobre el tema, pues muchos de ellos no saben absolutamente nada de él.

Además, se debería ampliar la oferta de materiales curriculares y la libertad para su elección y uso. De ese modo, se comenzaría a hacer más independiente al profesor, hasta ahora muy ligado, en la mayoría de los casos, a la comodidad que el seguir a rajatabla la propuesta didáctica de una editorial le ofrecía.

Por otra parte, es evidente que la nueva fórmula curricular supondrá mayor esfuerzo y dedicación por parte del docente, ya que pasará a formar parte del proceso de creación de los materiales, por lo que debería considerarse seriamente la implantación de una política de facilidades e incentivos para aquellos que inviertan su tiempo y su trabajo en el nuevo currículum.

 

Para enlazar con el tema de las intenciones educativas más arriba citado, Gimeno Sacristán, en su texto, nos habla de dos tipos de intenciones: la intenciones de aquellos que, a través de la educación, y en concreto del currículum, pretenden reproducir y producir seres humanos, y las intenciones de los receptores de ese plan. Son completamente diferentes y de ahí se deriva la distancia existente entre la enseñanza y el aprendizaje, entre los transmisores del currículum y los alumnos.

Si queremos un aprendizaje de calidad, lo primero que debería hacerse es desplazar la suma importancia que hasta ahora se ha dado al proceso de enseñanza hacia el proceso de aprendizaje y su protagonista: el alumno.

 

Para ello, debemos distinguir, como hace el autor, entre dos tipos de currículums:

-Currículum explícito: es el texto en sí, creado por la administración, y que debe ser llevado a la práctica por los docentes.

-Currículum implícito: es lo que realmente ocurre en el aula, lo que se va produciendo durante el proceso de las acciones educativas. Como depende de las circunstancias particulares de cada situación y cada alumnado, es imposible predecirlo.

Ahora se podría establecer una relación entre los conceptos de Contreras y de Sacristán sobre el currículum. No es difícil encontrar similitudes entre:

-Currículum explícito – Currículum como herramienta – Currículum como producto.

Son las directrices creadas por el Gobierno Central y las Comunidades Autónomas: es el texto curricular oficial, que incluye contenidos, objetivos, evaluación...

Si ese currículum se aplica en el campo educativo sin más supone que el maestro es un mero ejecutante de sus directrices.

El alumnado al que se aplica será evaluado por el alcance de unos objetivos prefijados, relacionados con los contenidos  a enseñar, a los que se dará suma importancia.

 

-Currículum implícito – Currículum como espacio de experimentación – Currículum como proceso.

Podríamos decir que es el currículum desarrollado. Partiendo de su base, se ha ido construyendo sobre él. Ha servido de mera guía para los docentes, que han aportado mucho y lo han modificado a su antojo según las necesidades existentes.

Aquí el maestro es un factor clave en su creación, formando parte activa de ella.

En este currículum se fomentará la aparición de los principios de procedimiento como representantes de los fines de la educación y el aprendizaje tomará importancia, siendo el alumno protagonista del proceso educativo. Así, los contenidos deberían dejar de ser las metas, persiguiéndose más bien fines educativos aunque los resultados obtenidos no sean cuantificables, como ha sucedido hasta ahora. Referente a esto se encuentra el proyecto que, en la Unión Europea, está intentando homologar los sistemas educativos en base a las competencias básicas con las que un adulto debería contar, recomendándose la adopción de una perspectiva amplia y global del currículum en la que la interdisciplinariedad y la transversalidad sean herramientas claves para el proceso de formación de seres humanos.

 

Siguiendo con lo que Jimeno nos aporta en su artículo señalar varias ideas que me han resultado de interés:

-Se requiere un cambio en el papel de las administraciones en el ámbito educativo: dada la creciente autonomía que se le quiere asignar al profesorado, la administración debería cumplir la función de regular, facilitar, evaluar y mediar entre el sistema escolar y los entes que crean conocimiento y cultura que, por cierto, no es solamente la escuela, sino que son todos los agentes sociales.

-Se ofrecen sugerencias para transformar aquella cultura seleccionada como relevante y por ello, a transmitir en las aulas, en un aprendizaje significativo, que es aquel que proporcionará una motivación e interés en el alumnado acerca de lo presente en las aulas mediante la relación con su vida cotidiana.

 

En mi opinión, y tras leer ambos textos, creo que las propuestas de sus autores son bastante similares. Ambos apuestan por un nuevo currículum, alejado de la concepción anterior que de él se tenía. Sea llamado “currículum como espacio de experimentación” (Contreras) o sea a través de un “vademécum” para el currículum (Jimeno) se palpa una esperanza futura y se confía en los cambios dentro del sistema educativo y social para lograr un texto curricular que no sea impositorio, sino un apoyo a la labor docente, que sea muy flexible y esté abierto a las modificaciones necesarias, que dé mucha independencia al profesorado, animándole a experimentar, y que considere al alumno y al aprendizaje como protagonistas de la educación.

Creo que esta concepción del currículum como espacio de innovación podrá ser efectiva sólo cuando la sociedad en general y el sistema educativo en particular (realmente ambos podrían ser considerados un cotinuo) estén realmente concienciados de lo positivo del cambio y cuando estén dispuestos a llevar a cabo las reformas, cambios de perspectiva y esfuerzos necesarios para llevarlo a cabo.

Realmente es y será un complicado y largo proceso el que, si hay suerte, tendrá que ir produciéndose para lograrlo. Inconscientemente, todos estamos aún algo anclados en el pasado y en las prácticas educativas tradicionales: es cómo nos han enseñado a nosotros, a nuestros padres y a nuestros abuelos, es lo que siempre hemos visto y los cambios siempre producen temor, sobre todo porque no se sabe a ciencia cierta de sus resultados. Aún así, considero que, si poquito a poco, se van produciendo innovaciones en los centros educativos, esto creará alumnos con la mente más abierta, que a su vez transmitirán esta concepción a sus semejantes. Será lento pero yo creo que podrá ser, y, aunque en la educación participamos todos, creo que quien tendrá que “tirar del carro” para que la sociedad se vaya percatando de la necesidad de cambio será, en primer lugar, la Administración, que tendrá que ceder espacio a otros agentes sociales y dejar su anterior protagonismo, así como proporcionar herramientas para el cambio, y el profesorado, que a través de las herramientas adquiridas, tendrá que ir atreviéndose a “lanzarse a la piscina” con la esperanza de conseguir una educación mejor.

Los profesionales de la educación, a medida que vayan perdiendo el miedo a la “independencia” y vayan practicando esta nueva forma de currículum, podrán aprender de sí mismos y de sus compañeros y su propia práctica docente será una gran herramienta de formación (“de los errores se aprende”) que presiento les hará crecer no solo como especialistas de la educación, sino también como personas.

 

Por último, señalar que este cambio en el currículum base requiere, como dice Jurjo Torres Santomé en su artículo “La selección de contenidos en el currículo básico”, de un diagnóstico de los problemas presentes y las necesidades futuras que presenta nuestro sistema educativo y con el que ahora mismo, no contamos.

El objetivo debería ser construir un mundo mejor mediante la selección de una serie de conocimientos y valores a incluir en un currículum siempre abierto a la mejora, basada en el consenso democrático de todos los agentes sociales, aportando cada uno de ellos su granito de arena en una educación que nos está educando a todos.

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